Siempre
queda la sospecha de si a uno lo toman por bobo, cuando se es una buena
persona, no es que lo dudase que tal vez sí pecase de ingenuo y realmente
estaba actuando como un necio. Para mí,
mejor o peor siempre lograba lo suficiente para comer, nada me ataba ni me
obligaba a mantener y servir a quien no me pagaba. Así que una mañana, aprovechando que él
había subido en camisa a la parte alta de la casa, a hacer sus necesidades,
aproveché para registrarle sus escasas pertenencias, entre las cuales encontré
una bolsa de terciopelo, de las que se utilizan para guardar los dineros. Estaba doblada y seca, sin rastro ni de haber
tenido ni media blanca en mucho tiempo si es que alguna vez la tuvo.
—Este —decía yo —es pobre y nadie da lo que no
tiene. Sin embargo el avariento ciego y
el mezquino clérigo, que por Dios lo recibían, uno por su lengua ágil y el otro
por sus besamanos, me mataba de hambre.
Por tanto había motivos más que suficientes para aborrecerlos como a
este para sentir lastima y honrarle, por mucho que me pesé mantenerle y
servirle siendo que no me aportaba beneficio ni provecho.
Adaptación Lazarillo - Tercer tratado ( Paco Arenas )
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