sábado, 18 de abril de 2015

Zaide, el amante esclavo ( Adaptación El Lazarillo de Tormes -Tratado primero)- (2)


Si yo quedé huérfano, mi madre quedó viuda sin un hombre que cuidase de ella ni trajese el jornal a casa. Sin medios en Tejares, decidió arrimarse a los buenos para, con el tiempo ser uno de ellos.  Así emprendimos el camino a Salamanca, donde con pocos medios, alquiló una casa. Siendo Salamanca ciudad universitaria, encontró el modo de ganarse la vida haciendo lo que mejor sabía: guisar y dar de comer a estudiantes.  No daba para mucho y pronto también se dedicó a lavar la ropa de los mozos que trabajaban en las caballerizas del Comendador de la Magdalena, por lo que eran frecuente sus visitas a las mismas. Es allí donde conoció a un hombre moreno, de nombre [1]Zaire, que era el encargado de cuidar a los animales que se encontraban en el establo. Él le hacía reír y olvidar a mi desdichado padre. 

 Tanto fue, que en no pocas ocasiones venía por las noches a nuestra casa y se marchaba por la mañana. Otros días, llegaba de mañana y con la excusa de querer comprar huevos, comenzaba con el palique y terminaba durmiendo en mi casa. Debo decir que a mí al principio me daba miedo, tanto por el oscuro color de su cara, que nunca había visto en mi corta existencia antes, como por su mal semblante, que sin embargo no se correspondía con su cariñosa manera de comportarse, tanto con mi madre como conmigo. Con el tiempo me fui acostumbrando a su presencia e incluso deseándola, entre otros motivos, porque siempre traía algo para comer que mejoraba sustancialmente la mesa y de vez en cuando alguna golosina.  Durante los fríos inviernos de Salamanca traía leña para calentarnos —por el interés te quiero Andrés — Así fue como llegué a quererle como un hijo quiere a su padre y como no recordaba haber querido al mío.

Con el tiempo, como suele ocurrir, de tanto compartir posada y mantel, terminamos viviendo en la casa del comendador, donde mi padrastro tenía la suya.     De esta relación mi madre me trajo un hermanito, negrito como su padre, con el que yo disfrutaba y daba saltos de alegría.


Pero el pobre, la misma sensación que había tenido yo al conocer a Zaide, tenía él hacía su padre, viendo que tanto mi madre como yo éramos blancos y a su padre más negro que el cieno, tanto como él mismo, le tenía miedo.  Por mucho que mi padrastro intentaba hacerle entrar en razón y mostrarle cuan iguales eran, no lo lograba, y el negrito al verle asustado decía:

— ¡Madre, coco!
— ¡Hideputa! —respondía él riendo.
  Y yo aunque todavía un niño, pensaba:
— ¿Cuántos debe de haber en el mundo que huyen de otros porque no se ven a sí mismos?      



Nunca los jornales que pagan los amos dan para comer sin pasar hambre y la oportunidad hace al ladrón, sin que con ello en mi casa nunca llegase a sobrar ni un mendrugo de pan, ni sisando, ni con mi padre ni tampoco con mi padrastro.   Fue así como la suerte del pobre Zaide, fue pareja a la de mi padre natural, y el mayoral del comendador echó en falta mantas y aparejos de los caballos, al tiempo que veía como aumentaba el consumo de cebadas y piensos, mientras que mantas, sábanas y delantales, decía que se perdían. Aunque lo hacía con tiento, tanto va el cántaro a la fuente que se termina rompiendo.  El Mayoral se puso a investigar y tirando del hilo encontró el ovillo y pudo comprobar que cuando mi padre no tenía otra cosa de la que echar mano, esclavo del amor por mi madre y de la necesidad de alimentarnos, hasta las herraduras quitaba a los caballos. No debiera sorprendernos esto cuando otros que tiene la vida con riquezas regaladas, comendadores, clérigos o frailes o arciprestes, no tienen miramientos y solo por avaricia, sin necesidad, sisan sin contemplaciones, lo mismo al pobre que al rico. ¿Qué no ha de hacer un esclavo del amor porque su mujer y sus hijos no pasen hambre?
 Para su desgracia y la nuestra todo quedó probado.  Con amenazas, a mí me preguntaron y yo, que era un niño, con miedo confesé todo lo que sabía y más, dando detalles hasta de las herraduras robadas que por mandato de mi madre vendía a un herrero.


Así terminó mi vida en familia, mi padrastro fue condenado a sufrir cien latigazos, expuesto a escarnio público. No contentos con los azotes le pringaron,  daba autentica angustia contemplar cómo sobre las heridas de los azotes derramaban pringue hirviendo para que el dolor fuese más intenso, mientras que a mi madre le condenaron a la misma pena de cien latigazos por haberse emparejado con un hombre de otra religión, además de prohibirle acercarse a casa del comendador.

Por miedo a que la cosa fuese a mayores y pudiese terminar en horca, mi padrastro cumplió la sentencia y la separación con gran tristeza por su parte y con mucho pesar de mi madre y nosotros al otro extremo de Salamanca, a servir en el mesón de [2]La Solana.  Donde con más penas que glorias fui creciendo junto a mi hermano. Mi madre no podía encargarse de mi crianza, entre el trabajo y mi hermano no daba abasto, así que yo puedo decir que me crie solo.  No era mi dieta variada ni mucho menos abundante, que si dijese que me hartaba, el demonio me llevaría a al infierno por mentir y echaba de menos aquellos alimentos que Zaide nos regalaba de las cocinas del comendador.           




[1] Llama la atención la presencia de Zaire, el padrastro de Lázaro, que era de raza negra, siendo una de las pocas referencias que se hace en la literatura sobre la esclavitud en España. Tampoco se suele dar en otras expresiones artísticas, por ejemplo en la pintura, siendo tal vez su exponente más conocido Los tres niños de Bartolomé Murillo. Tal vez por ser Murillo sevillano y ser Sevilla uno de los lugares donde mayor número de esclavos existía comparado con otras partes del Reino de Castilla, un 7% de la población, pero en Salamanca no era lo más habitual.
[2] Mesón que se encontraba en la actual plaza Mayor de Salamanca.

© El Lazarillo de Tormes -Tratado primero(2) Adaptación Paco Arenas


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jueves, 16 de abril de 2015

Esclavitud en la España del Lazarillo (Siglo XVI)


Llama la atención la presencia de Zaire, el padrastro de Lázaro, que era de raza negra, siendo una de las pocas referencias que se hace en la literatura sobre la esclavitud en España. Tampoco se suele dar en otras expresiones artísticas, por ejemplo en la pintura, siendo tal vez su exponente más conocido Los tres niños de Bartolomé Murillo. Tal vez por Murillo sevillano y ser Sevilla uno de los lugares donde mayor número de esclavos existía comparado con otras partes del Reino de Castilla, un 7% de la población. Así nos lo contaba el cronista Luiz de Peraza.

"Hay infinita multitud de negras y negros de todas las partes de Etiopía y Guinea, de los quales nos servimos en Sevilla y son traidos por la vía de Portugal".


Un poco de Historia sobre la esclavitud
La esclavitud es casi tan antigua como la humanidad, absolutamente en todas las civilizaciones.  El una mercancía que el dueño podía vender, comprar, regalar o moneda de cambio con la que pagar deudas contraídas, sin que el esclavo tuviese derecho a oponerse de ningún modo, esposos separados de sus esposas, hijos, hijas, quien decidía era el amo. La monarquía española, como todas la apoyaba, para la Iglesia resultaba hasta blasfemo oponerse, basándose en la misma Biblia, Génesis 9:25-27:
"Maldito sea Canaán; Siervo de siervos será a sus hermanos. Dijo más: Bendito por Jehová mi Dios sea Sem, y sea Canaán su siervo. Engrandezca Dios a Jafet, y habite en las tiendas de Sem, y sea Canaán su siervo.".

    En la Baja Edad Media apareció un modo de esclavitud que aparentemente era más humana, fue la que predomino en España durante siglos, la servidumbre:
Los siervos en teoría eran libres, no pertenecían al dueño, sino a la tierra de su amo.  En cierto modo ese modelo ha continuado vigente durante siglos, los pobres han tenido que trabajar durante largas jornadas a cambio de la manutención y en ocasiones ni eso, el nuevo modelo del actual Gobierno español con sus medidas laborales no retrotraen de nuevo a esa situación, muchas personas pueden tener trabajo y aun así pasar hambre y necesidades, pero eso es otra historia, volvamos pues a la cuestión histórica.


La esclavitud en España


La esclavitud Introducida por los reyes católicos, por el tratado de Alcaçovas,   mediante el cual se autoriza a España a la venta de esclavos en su territorio.  El posterior Tratado de Tordesillas en 1494, impide durante los siglos posteriores el comercio directo de esclavos en colonias desde las costas africanas, pero no dentro de España, aunque no era muy común, al ser la población llana tan pobre, estaba dispuesta a trabajar en régimen de semi esclavitud y en muchas ocasiones salía más barata, porque al esclavo debía mantenerlo su dueño y al criado no.  A pesar de ello los criados consideraban a sus patronos sus amos y como tal era la relación entre ellos.  Lázaro, siempre se refiere a todos como: mi amo.

Especial mención merecen las esclavas, que aparte de trabajar de criadas por la manutención, también eran esclavas sexuales al servicio de su amo o amos.  Amos que después se declaraban paladines y defensores de la cristiandad. Estaba totalmente prohibido en España los matrimonios con esclavas que no fuesen blancas, incluso estaban prohibidas las prostitutas negras o de razas que no fuesen blancas, con esclavos no se molestaban en legislar, debido al poco peso de la mujer en aquella época. En las colonias americanas sin embargo se permitieron matrimonios con indígenas e incluso se primaron con tierras dichos matrimonios, mientras que con las africanas se unían fuera de los cauces legales, llego un momento en que los mestizos y mulatos en las colonias americanas eran muchos y ya fue inútil todo estúpido intento de mantener la pureza de la sangre española.
Los esclavos tenían diversa procedencias, la mayoría de ellos eran negros, pero también los había, magrebíes, bereberes y turcos, pero también canarios, indígenas americanos a los que se añadiría después de la rebelión de las Alpujarras en 1560,   también muchos españoles de ascendencia morisca. Es en Sevilla donde también se da el número más numeroso de mulatos y negros libres, en torno al 10% de la población.


En cuanto a las colonias americanas el tratado de Tordesillas, impide durante los siglos posteriores el comercio directo de esclavos en colonias desde las costas africanas, a pesar de ello unos años después comienzan a llegar los primeros esclavos a las islas del Caribe, fundamentalmente para los cultivos de caña de azúcar, la excusa una gran epidemia que diezma la población indígena, dejando sin trabajadores indígenas semi esclavos las islas del Caribe.  Esta aberración, a pesar de dicho tratado, fue muy grande, por ejemplo Puerto Rico con menos de 400 españoles, había más de 2000 esclavos.   El mallorquín fray Bartolome de las Casas, gran defensor de los indígenas americanos fue al mismo tiempo un impulsor del tráfico de negros, como modo de proteger a los indios, alegando que la naturaleza de los esclavos africanos era más robusta. A pesar de ello cien años después de la llegada de los españoles la población indígena había desaparecido del Caribe, siendo reemplazada por población procedente de África, porque no era necesario darles comida no mantenerles, no se utilizaban para trabajar, las tierras y posesiones se las habían robado los españoles, pasaron de ser una mano de obra esclava a una “carga innecesaria”, para los colonos.

La esclavitud en el Lazarillo (Zaide):

El castigo al cual es sometido el padrastro de Lázaro, hubiese sido similar de haberse tratado de un español libre. A Zaire le propinaron cien latigazos y le pringaron, es decir le echaron sobre las heridas tocino derretido para que el dolor fuese más intenso y a la madre del Lazarillo le condenaron a la misma pena de cien latigazos por haberse emparejado con un hombre de otra religión, además de prohibirle acercarse a casa del comendador, la diferencia hubiese sido de haber desobedecido a su amo, prolongando la relación o si su amo hubiese decidido prescindir de su mano de obra esclava, en ese caso su vida no tenía otro precio que el que su amo decidiese, posiblemente habría terminado ahorcado.

En la segunda parte se habla de pasada también sobre la esclavitud, cuando Lázaro capitanea el ejército de atunes contra las tollinas y trae esclavos para el rey, jóvenes machos para ser comidos y jóvenes hembras para disfrute sexual del monarca, razón por la cual este prescinde de la bella Luna y para evitar comérsela y ya que no hay conventos en el mar, la da como esposa a Lázaro.  Criticando la costumbre del Emperador Carlos I, de disfrutar de jóvenes vírgenes que cuando se cansaba de ellas las casaba con nobles o caballeros, o en su defecto las metía en el convento.


lunes, 13 de abril de 2015

La segunda parte de Lazarillo de Tormes - El Lazarillo prohibido (Capítulo I º completo)


Estoy dispuesto a rescatar esta joya de la literatura clásica, creo que resulta bastante injusto su desconocimiento por parte del gran público. No se puede consentir que la Inquisición consiga su propósito, cuando lo prohibió en 1559, sin permitir que se llegase a publicar en España. Durante 300 años se publicó en tan solo cuatro ocasiones, siempre fuera de España, dos en Amberes y dos en Milán, desde entonces no ha corrido mejor suerte.  Es un libro difícil de leer en el castellano del siglo XVI, pero no lo es así en el castellano actual. Tal vez no sea una obra maestra como su primera parte pero sí tan interesante como la misma. 

Capítulo I º 

Por aquellos tiempos me encontraba en el mejor momento de mi vida, en la cumbre de toda buena fortuna.  Debo reconocer que cuando a un hombre le va la vida bien y actúa de manera imprudente no debe enojarse con su suerte, pero nunca tuve la capacidad de mantenerme en una buena posición cuando la fortuna me vino de cara. Tenía tantos amigos y conocía a tantos señores, tanto naturales como forasteros, que donde quiera que llegaba no había para mí puerta cerrada, en tantos negocios me vi favorecido, que me parece que si hubiese matado un hombre, o me sucediese algo grave, todo el mundo se pondría de mi lado y tendría a los grandes señores de Toledo dispuestos a todo con tal de ayudarme.
Mas yo nunca los dejaba con la boca seca y siempre reservaba el mejor vino para aquellos que consideraba mis amigos o protectores, queriendo tener cerca de mi persona a lo mejor que yo había encontrado en la Toledo. Nos dábamos una buena vida, como nunca me imaginé, tan buena como un marqués. Comía más que un fraile, mejor vestido que un obispo y siempre con una docena de reales en mi bolsa de sobra. En una palabra una buena y espléndida vida que jamás sospeché que llegaría a tener ni en mis mejores sueños. 

sábado, 11 de abril de 2015

¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas, dulces y alegres cuando Dios quería! - Don Quijote



Óleo de Manuel García «Hispaleto». Siglo XIX
Halló don Quijote ser la casa de don Diego de Miranda ancha como de aldea; las armas, empero, aunque de piedra tosca, encima de la puerta de la calle; la bodega, en el patio; la cueva, en el portal, y muchas tinajas a la redonda, que, por ser del Toboso, le renovaron las memorias de su encantada y transformada Dulcinea; y sospirando, y sin mirar lo que decía, ni delante de quién estaba, dijo:

–¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas, dulces y alegres cuando Dios quería! ¡Oh tobosescas ti Rocinante, fue con mucha cortesía a pedirle las manos para besárselas, y don Diego dijo:

–Recebid, señora, con vuestro sólito agrado al señor don Quijote de la Mancha, que es el que tenéis delante, andante caballero y el más valiente y el más discreto que tiene el mundo.

La señora, que doña Cristina se llamaba, le recibió con muestras de mucho amor y de mucha cortesía, y don Quijote se le ofreció con asaz de discretas y comedidas razones. Casi los mismos comedimientos pasó con el estudiante, que, en oyéndole hablar don Quijote, le tuvo por discreto y agudo.

Aquí pinta el autor todas las circunstancias de la casa de don Diego, pintándonos en ellas lo que contiene una casa de un caballero labrador y rico; pero al traductor desta historia le pareció pasar estas y otras semejantes menudencias en silencio, porque no venían bien con el propósito principal de la historia, la cual más tiene su fuerza en la verdad que en las frías digresiones. Entraron a don Quijote en una sala, desarmóle Sancho, quedó en valones y en jubón de camuza, todo bisunto con la mugre de las armas: el cuello era valona a lo estudiantil, sin almidón y sin randas; los borceguíes eran datilados, y encerados los zapatos. Ciñóse su buena espada, que pendía de un tahalí de lobos marinos; que es opinión que muchos años fue enfermo de los riñones; cubrióse un herreruelo de buen paño pardo; pero antes de todo, con cinco calderos, o seis, de agua, que en la cantidad de los calderos hay alguna diferencia, se lavó la cabeza y rostro, y todavía se quedó el agua de color de suero, merced a la golosina de Sancho y a la compra de sus negros requesones, que tan blanco pusieron a su amo. Con los referidos atavíos, y con gentil donaire y gallardía, salió don Quijote a otra sala, donde el estudiante le estaba esperando para entretenerle en tanto que las mesas se ponían; que, por la venida de tan noble huésped, quería la señora doña Cristina mostrar que sabía y podía regalar a los que a su casa llegasen. najas, que me habéis traído a la memoria la dulce prenda de mi mayor amargura!



 CAPÍTULO 18: De lo que sucedió a don Quijote en el castillo o casa del Caballero del Verde Gabán, con otras cosas extravagantes

jueves, 9 de abril de 2015

El gran desconocido de la literatura clásica: La segunda parte de el Lazarillo- El Lazarillo prohibido




Si considerásemos El Quijote como una sola obra, como la consideramos, a pesar de que el tiempo transcurrido entre la publicación de la primera parte y la segunda fue de diez años, ¿podríamos decir que habíamos leído el quijote si solo hubiésemos leído la primera parte? ¿Cuántos de los asistentes conocen que hubo una segunda parte de “El Lazarillo de Tormes?”, que se publicó de manera conjunta con la primera parte en Amberes, solo un año después de haber salido la primera parte, sin embargo en España hubo de esperar para de nuevo publicarse también conjuntamente con la primera parte hasta 1844, un año después de abolida la Inquisición, la friolera de casi 300 años y ya nunca más se volvió a publicar de manera conjunta, no solo eso, sino que ya se puede decir que no se ha vuelto a publicar más allá de una docena de veces como mucho.



Algunos pensaran… ¿Qué tonterías dice este?  Si yo sé de sobra que hubo una segunda parte, incluso alguno habrá leído esa segunda parte escrita por el toledano Juan de Luna, publicada en París en 1620. Tal vez olvidando que en el prólogo un ofendido Juan de Luna dice:

“La ocasión, amigo lector, de haber hecho imprimir la Segunda parte de Lazarillo de Tormes ha sido por haberme venido a las manos un librillo que toca algo de su vida, sin rastro de verdad. La mayor parte dél se emplea en contar cómo Lázaro cayó en la mar, donde se convirtió en un pescado llamado atún, y vivió en ella muchos años, casándose con una atuna, de quien tuvo hijos tan peces como el padre y madre. Cuenta también las guerras que los atunes hacían, siendo Lázaro el capitán, y otros disparates tan ridículos como mentirosos y tan mal fundados como necios. Sin duda que el que lo compuso quiso contar un sueño necio o una necedad soñada. Este libro, digo, ha sido el primer motivo que me ha movido a sacar a la luz esta Segunda parte, al pie de la letra, sin quitar ni añadir, como la vi escrita en unos cartapacios en el archivo de la jacarandina de Toledo, que se conformaba con lo que había oído contar cien veces a mi abuela y tías, al fuego, las noches de invierno y con lo que me destetó mi ama.”

Se refiere a esa segunda parte del Lazarillo publicada en Amberes y prohibida de inmediato por la Inquisición e 1959.
Esta segunda parte de Juan de Luna ha usurpado al auténtico y genuino Lazarillo de Tormes, tal vez literariamente mejor, pero que a mi entender no debe ocupar un puesto que no merece, entre otras razones por su misoginia, o machismo militante, con una postura contra la mujer nunca vista hasta entonces en la literatura española,  ni tampoco después.


La segunda parte del Lazarillo de Tormes sin embargo ensalza virtudes y critica defectos comunes de la persona ya sea hombre o mujer, mientras que en tono jocoso y mordaz critica la corrupción y la ambición e incluso el machismo y la hipocresía de los poderosos.  Es por ello que tiene el triste récord de ser el libro más prohibido y castigado de la literatura española, perseguido desde antes de su nacimiento, no pudiéndose publicar en España hasta 1844, casi 300 años después de ser escrito o de haber sido publicado en Amberes en 1555. ¿Tan peligroso es?


>>>Pincha en el enlace:
La segunda parte de el Lazarillo- El Lazarillo prohibido

La confianza mata y la desconfianza encarcela-( Adaptación El Lazarillo de Tormes -Tratado primero)- (2)

Sepa quién lo leyese, que me llaman Lázaro de Tormes, y aunque a nadie le importe, por no ser persona de relevancia, debo señalar que soy hijo de Tomé González y de Antonia Pérez, ambos nacidos Tejares, una aldea cercana a Salamanca.

Nací en un molino de harina que por entonces existía en la ribera del rio Tormes, por lo que puedo decir sin faltar a la verdad que nací en el mismo río. No es de extrañar que terminase siendo el río quien me bautizó y diese apodo.    Mi padre —que Dios guarde en su seno y si es su deseo le perdone —trabajó en el mencionado molino, durante más de quince años y más hubiese trabajado de no ser por su confianza.  Mas ahora vamos a mi nacimiento. Aquella noche mí madre quiso pasarla con mi padre en el molino, estando yo a punto de nacer, que no pillándole de improviso se arriesgaron más de lo debido.  Sabido es por todos que las aguas se buscan y en sintonía con las aguas del Tormes, mi madre rompió las propias en el mismo molino, sin dar tiempo a avisar ni a comadronas ni a parteras.  Mi atribulado padre entre costal y costal ayudó a mi madre en el recibimiento. Hecho que fue muy comentado y que terminó dándome mote. 

Siempre queda la sospecha de que a uno le tomen por bobo- Adaptación Lazarillo



Siempre queda la sospecha de si a uno lo toman por bobo, cuando se es una buena persona, no es que lo dudase que tal vez sí pecase de ingenuo y realmente estaba actuando como un necio.  Para mí, mejor o peor siempre lograba lo suficiente para comer, nada me ataba ni me obligaba a mantener y servir a quien no me pagaba.   Así que una mañana, aprovechando que él había subido en camisa a la parte alta de la casa, a hacer sus necesidades, aproveché para registrarle sus escasas pertenencias, entre las cuales encontré una bolsa de terciopelo, de las que se utilizan para guardar los dineros.  Estaba doblada y seca, sin rastro ni de haber tenido ni media blanca en mucho tiempo si es que alguna vez la tuvo.