lunes, 15 de junio de 2015

Lazarillo de Tormes - Segunda parte CAPÍTULO XVI completo (Edición de Amberes 1555)

El lazarillo de Tormes es el máximo monumento literario a Toledo, sin embargo como bien he podido comprobar este fin de semana El Lazarillo es el gran ausente de esa ciudad castellana tan cargada de historia y cultura, llegando hasta la barbaridad de decirme un guía turístico que era una película que sabía que se había rodado en Toledo. 

Colocaron la jaula sobre el cadalso, y allí, tirándome unos por la parte de mi cuerpo que tenía fuera, otros por la cola del pescado, me sacaron como el día que mi madre del vientre me echó, y del atún quedó solamente el pellejo.  Rápido me dieron una capa para cubrirme y el duque mandó me trajesen un traje suyo, el cual me quedaba más bien pequeño y ancho, por ser el señor duque paticorto y gordo. Me vestí, y fui tan festejado y visitado por las gentes, que en todo el tiempo que allí estuve casi no dormí, porque de noche no dejaban de llegar gentes, a ver y a preguntar.  Llegaron de todas partes, incluso obispos y gentes de la Inquisición, no podía menos que, a pensar que a pesar de los halagos, aquello no acabaría bien. Pero pronto me tranquilizaron y aunque hay gente que no es de fiar, afortunadamente la gente de Iglesia tomo la cuestión de mis transformaciones más como milagro del señor que como maldición de Satanás, gracias a las más de cien oraciones que recordaba del ciego y los visajes piadosos que él me enseñó y que convencían a todos de mi presunta santidad y todo aquel que podía estar hablando conmigo unos minutos se tenía por persona dichosa, cuanto ni más si lograban de mi un abrazo o un apretón de manos.