viernes, 1 de julio de 2016

EL QUIJOTE DE AVELLANEDA



No es un plagio, es una impostura. Un querer hacerse con el protagonismo que que le correspondía a Cervantes. Posiblemente la segunda parte del Quijote no existiría o no sería igual de no haber existido El Quijote de Avellaneda. Tiene pasajes y aventuras muy buenas.
En 1614 y con la intención de fastidiar a Cervantes, salió fue publicado el Segundo tomo del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, que contiene su tercera salida y es la quinta parte de sus aventuras, conocido como el Quijote de Avellaneda. El autor se ocultó tras el nombre de Alonso Fernández de Avellaneda, sin que nadie sepa a ciencia cierta quien era. Algunos piensan que fue el mismo Lope de Vega.  
Ese Quijote de Avellaneda nada tenía que ver con el Quijote de 1605, a pesar de ser también muy leído, pelota de la oligarquía, valedor de la Iglesia y devoto del rosario.  Tuvo mucha influencia en la segunda parte escrita por Cervantes.  Repito, no fue un plagio, sino una impostura, escrita también con ingenio que se lee con gusto y provoca risas y momentos muy divertidos.

El conde Lucanor (PDF)

Una joya de la literatura medieval castellana es  “El conde Lucanor”, escrita entre 1330 y 1335 por el infante Don Juan Manuel, Príncipe de Villena. Posiblemente en el su residencia del Castillo de Garcimuñoz, actual provincia de Cuenca. Su título completo y original en castellano medieval es Libro de los enxiemplos del Conde Lucanor et de Patronio (Libro de los ejemplos del conde Lucanor y de Patronio).

El libro tiene cinco partes, la más conocida de las cuales es una serie de cincuenta uno  cuentos moralizantes tomados de varias fuentes, desde otros clásicos, así como de cuentos tradicionales árabes, e incluso hindúes o japoneses.

Este libro fue escrito por don Juan, hijo del muy noble infante don Manuel, con el deseo de que los hombres hagan en este mundo tales obras que les resulten provechosas para su honra, su hacienda y estado, así como para que encuentren el camino de la salvación. Con este fin escribió los cuentos más provechosos que él sabía, para que los hombres puedan guiarse por medio de ellos, pues sería extraño que a alguien le sucediera alguna cosa que no se parezca a alguna de las contadas aquí.

Como don Juan ha visto y comprobado que en los libros hay muchos errores de copia, pues las letras son muy parecidas entre sí y los copistas, al confundirlas, cambian el sentido de muchos pasajes, por lo que luego los lectores le echan la culpa al autor de la obra, pide don Juan a quienes leyeren cualquier copia de un libro suyo que, si encuentran alguna palabra mal empleada, no le culpen a él, hasta que consulten el original que salió de sus manos y que estará corregido, en muchas ocasiones, de su puño y letra.