Estoy dispuesto a rescatar esta joya de la literatura
clásica, creo que resulta bastante injusto su desconocimiento por parte del
gran público. No se puede consentir que la Inquisición consiga su propósito,
cuando lo prohibió en 1559, sin permitir que se llegase a publicar en España.
Durante 300 años se publicó en tan solo cuatro ocasiones, siempre fuera de
España, dos en Amberes y dos en Milán, desde entonces no ha corrido mejor
suerte. Es un libro difícil de leer en
el castellano del siglo XVI, pero no lo es así en el castellano actual. Tal vez
no sea una obra maestra como su primera parte pero sí tan interesante como la
misma.
Capítulo I º
Mas yo nunca los dejaba con la boca seca y siempre reservaba
el mejor vino para aquellos que consideraba mis amigos o protectores, queriendo
tener cerca de mi persona a lo mejor que yo había encontrado en la Toledo. Nos
dábamos una buena vida, como nunca me imaginé, tan buena como un marqués. Comía
más que un fraile, mejor vestido que un obispo y siempre con una docena de
reales en mi bolsa de sobra. En una palabra una buena y espléndida vida que
jamás sospeché que llegaría a tener ni en mis mejores sueños.
Y lo mejor de esto es
que en todo este tiempo, llevando la bolsa llena, maldita la blanca que Lázaro de Tormes gastó,
ni le consentían gastar; antes, si alguna vez yo tenía la iniciativa y echaba
mano a la bolsa fingiendo quererlo pagar, lo tomaban como ofensa y mirándome
como con ira y decían:
—Nada,
nada —reprendiéndome, diciendo que donde ellos estaban nadie había de pagar
blanca.
Yo con aquello
moría de amor por aquella gente, porque no sólo con esto me obsequiaban,
también con [1]perniles
de tocino, pedazos de piernas de carnero cocidas y adobadas con aquellos buenos
vinos y con mucha de la fina especia que llegaba de las Indias. No faltaban buenos trozos de cecina, sin que
faltase pan en la barriga cada vez que nos juntábamos y con lo que sobraba de
cuanto me obsequiaban tenía en mi casa para comer yo y mi mujer hasta hartar,
una semana entera.
Recordaba en estas harturas las de mis hambres pasadas, y
alababa al Señor dándole gracias, así andan las cosas y tiempos. Mas como dice el refrán:
—Quien
bien te hará, o se te irá o se morirá.
Así me acaeció, se cambió mi buena suerte, como suele suceder
cuando no se es prudente. Me dijeron que
una flota partía para Argel y mis amigos me invitaron a marchar con ellos, que
me sucederían grandes cosas, yo me negué acordándome de esos proverbios que
dicen:
—Más
vale el mal conocido, que el bien por conocer. Si bien estás ni te muevas.
Agradeciéndoles su
buena voluntad, con muchos abrazos y tristeza me despedí de mis camaradas. Y bien es
cierto que de no haber estado casado me hubiese marchado con ellos, por ser
gente hecha muy a mi gusto y condición. La vida es caprichosa, no para los
nobles y presuntuosos sin escrúpulos, sino para la gente llana y honrada, que
estando bebiendo el mejor vino y comiendo el mejor pan, tenté a Dios mi suerte.
Mas siendo casado y preso del amor de la mujer y de la patria que por mía
tengo, Toledo, pues como dicen:
—¿De
dónde eres, hombre? De donde paces…
Me quedé en esta ciudad, y aunque muy conocido de los
moradores de ella, sentía una gran falta de amigos y de la vida cortesana que
había dejado de tener.
Para mi alegría y
linaje mi mujer parió una hermosa niña con olor a santidad, que aunque yo tenía
alguna sospecha, ella me juró que era mía.
Si bien yo quise creerla, hasta que a la fortuna le pareció haberse
olvidado de ser justa para volver a mostrar su airado y severo gesto cruel, se
parecía al señor arcipreste más que a mí, aguándome en estos pocos años de
sabrosa y descansada vida con otros tantos de trabajos y amarga muerte.
—¡Oh
gran Dios! ¿Quién podrá escribir un infortunio tan desastroso y tan sin dicha,
que no deje holgazanear el tintero poniendo la pluma a sus ojos para no ver lo
evidente?
[1] Se
refiere a jamones. En el sur de Castilla, se les llama a los jamones perniles,
y al jamón tocino magro.
Adaptación Paco Arenas©
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